Una caña y una de bravas. New York, 1992


Comer en New York.

No es tarea fácil la de poderse tomar una caña con un pincho de tortilla o un bocadillo de jamón serrano, aunque seguro que buceando en la ciudad algo parecido podría encontrarse. 

Y es que New York tiene tal mezcolanza de razas, credos y países en su entorno urbano, que una de las mejores formas de comprobarlo es a través de la cantidad y diversidad de los restaurantes a encontrar en la ciudad. 

La variedad va desde el carrito de perritos calientes hasta el restaurante giratorio en lo alto de uno de los rascacielos de Manhattan. 

Debido a nuestros estragos económicos, no pudimos comprobar todo lo que nos hubiera deseado las distintas cocinas internacionales, pero al menos hicimos lo que pudimos, o más bien lo que nuestros bolsillos nos permitieron. 

Desayuno. 

Nuestra dieta de la mañana se basaba en bajar al típico diner cercano al hotel, en donde poder disfrutar del más que típico American Breakfast y de lo que aquí llaman café!.



Una gran ayuda para nosotros fue conocer a nuestra camarera favorita, Maria, una muchacha, si mal no recuerdo de Puerto Rico, que hizo de nuestro desayuno una tarea fácil y agradable, sobre todo a la hora de ordenar los platos. 

Y aunque los primeros días empece fuerte con los desayunos, a base de muffins, pancakes, huevos, bacon, salchichas y demás variantes, tengo que confesar que el estomago empezó a pasar factura con tanta comida por la mañana, pues no estaba acostumbrado. Muchos años acostumbrado a tomar solo un Cola-Cao en las mañanas y salir pitando como para comer tanto. 

A mitad de semana ya andaba con pancakes y huevos, y para los últimos días eran simplemente pancakes y café, a secas. 


Comida. 

Una vez bien provistos de comida por la mañana era fácil aguantar el resto del día correteando de un lado para otro, ya que la comida que realizábamos era más bien escasa. 

Carritos en la calle donde tomar algún perrito caliente o los típicos Delis, en donde simplemente tomar un sandwich para seguir al marchar. 

Perrito caliente a la salida del museo.

Lo cierto es que estos últimos sean los lugares más solicitados a las hora del almuerzo, ya que proveen de cierto equilibrio en las comidas, aunque eso siempre depende de lo que quiera añadirte en el bocadillo. 

La filosofía de los Delis es fundamentalmente la de pequeñas tiendas de ultramarinos en donde el elemento principal es la fabrica de bocadillos

Que es la fabrica de bocadillos, simplemente el lugar en donde ordenar que tipo de bocadillo quieres crear con los elementos disponibles. Desde el simple pan con jamón - del de York, por supuesto - y queso, hasta la mas exotérica mezcla que salga de tu imaginación. 

Como no, algún día que otro tuvimos que acudir a los McDonalds, Burger King o Wendy's que pueblan la ciudad en gran numero. 

Ademas es visita obligada aquí, pues no te dejan salir del país sin el sello de McDonalds en el pasaporte. 

Se me olvidaban las pizzas, que como toda persona cultivada y bien informada sabe, fueron inventadas en New York. 

Tomando un café después de la comida.


Cena. 

Siempre intentamos hacer de las cenas algo no solo más sustancioso y suculento que las comidas, si no más agradable e interesante. 

No siempre lo conseguimos, pero en mi memoria todavía quedan buenos recuerdos de algunos lugares. 

Steakhouse. 

Uno de los mas típicos restaurante americanos es el llamado steakhouse o casa de los filetes, si queremos traducirlo mal y pronto. 

En uno de estos puedes consumir una gran cantidad de producto animal, principalmente vacuno, en forma de filetes, chuletas o costillas, en diversos tamaños, algunos de ellos capaces de satisfacer los más hambrientos estómagos. 

Y ciertamente nuestra experiencia fue bastante grata, a base de chuletón de ternera, eso sí, sin ninguna de las steak salsas, las cuales sinceramente solo vale la pena añadir cuando el sabor del animal no da la talla. 

Chino. 

Otro de los habituales en New York. Con la mayor población asiática fuera de Asia, es paso obligado el acudir a uno de sus restaurantes. 

La verdad es que en aquellos días no era precisamente uno de mis santos de devoción como para cenar. Normalmente salía con más hambre que cuando entraba en uno de estos sitios, pero según nos habían comentado la comida china en New York estaba mucho mejor que la encontrada en Europa.

Así que decidimos cenar en Chinatown. Y par diez! que los rollitos de primavera y el cerdo agridulce estaban mucho mejor de los probados hasta entonces, pero mi conocimiento de la comida Oriental no distaba mucho más de esos dos platos. 

Un penoso ejemplo de nuestro conocimiento en general de las costumbres orientales fue cuando el camarero nos trajo al principio de la comida tres tazones con lo que parecía agua caliente. 

Los tres nos miramos con cara de haba.

¿Es esto para beber o para lavarse las manos? - nos preguntábamos unos a otros, quizás pensando que nos iban a traer unos langostinos.

Dado que el restaurante no estaba muy lleno, no pudimos ver que hacían en el resto de las mesas, así que decidimos dejar intactos los tazones con el agua sospechosa hasta que el camarero se nos acerco de nuevo y nos pregunto.

¿No les ha gustado la sopa?

Misterio aclarado.


Italiano. 

Otro de los inevitables, como es posible ir a New York sin intentar comer en el mismo restaurante que El Padrino

Además tuvimos la suerte de encontrar, gracias a una guía eso sí, uno de los, no sé si mejores, pero al menos más encantadores y curiosos restaurantes italianos de la ciudad, Asti



Asti es un pequeño restaurante sito en Greenwich Village muy cerca de Little Italy. 

La decoración muy al estilo familiar italiano, las paredes repletas de fotos de famosos o conocidos, la mayor parte de ellos relativos al arte del bel canto. 

La cena estuvo fenomenal, fundamentalmente a base de los típicos platos italianos junto con una refrescante botella de Chianti. 

Y qué es lo que hace de un agradable restaurante un lugar inolvidable. Dos razones: 

  • Primera es el ambiente que se respira, uno puede pensar que Vito Corleone va a aparecer en cualquier momento, saludar al dueño y ponerse a tragar un plato de pasta con tomate. 

  • Segundo y fundamental eran los camareros, uno de los principales reclamos del local.

La cuestión es que el camarero suele presentarse en plan cantante de ópera, cantando algunas partes del menú y platos especiales, o simplemente cuando se acercan de vez en cuando para preguntar como marcha la cena. 

Ademas es habitual que los camareros se reúnan en algún cualquier lugar del restaurante y se pongan a cantar piezas de opera todos juntos, las más de las veces coreados por los contertulios. 

Realmente una cena convertida en un espectáculo.




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    2 Comentarios

    1. Me has hecho recordar lo bien que comimos en los steakhouse, muy interesante y ameno el post. Mis felicitaciones!! Saludos!!

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